viernes, 13 de julio de 2018

Memoria de dos animadores socioculturales en Francia

Para nosotros, el inicio de las prácticas gracias a las becas Erasmus+ que nos concedieron fue como el inicio de una nueva aventura. Sin saber francés nos íbamos a un sitio en el que casi nadie hablaba apenas inglés pero aún así, con optimismo, no teníamos miedo de no poder comunicarnos, simplemente íbamos con la idea de que íbamos a aprender. Y así ha sido, ahora mismo los dos podemos defendernos perfectamente en francés sobre temas cotidianos y algunos más específicos incluso, como la cocina y la carpintería, por mencionar algunos. 
Y, ¿con qué idea fuimos allí? Pues os contamos, la verdad es que cuando llegamos a Beaumotte no teníamos muy claro lo que íbamos a hacer allí, y resulta que incluso nuestras escasas expectativas no iban a tener nada de razón. Allí convivíamos con varios voluntarios de otras nacionalidades, como turcos, italianos, alemanes, tanzaníes, coreanos, marroquíes y por supuesto, franceses; además de con adolescentes en riesgo de exclusión social. Lo principal es llevar un modo de vida colectivo en el que todos se encargan de la convivencia y sus tareas en la casa, pero también por la mañana vamos a trabajar a distintos pueblos que lo piden para reconstruir muros o pavimentos, o vamos al bosque a conseguir madera para el invierno, por ejemplo. Luego todas las tardes se proponen actividades, así que a siempre había algo que hacer.

En definitiva, es una experiencia que recomendamos completamente pero hay que aprovecharla porque cuando ya te das cuenta, se está acabando. Si tenéis la oportunidad de hacer las prácticas en el extranjero, aunque no sea exactamente aquí, hay que lanzarse. Lo que vais a aprender (aparte de poner en práctica lo que habéis estudiado) no se puede aprender si os quedáis haciendo prácticas cerca de casa, y con esto y un bizcocho... Fran y Dani

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